Overblog
Edit post Seguir este blog Administration + Create my blog
Piensa, siente.

Praga. 9 días en un cuento de hadas.

12 Enero 2019 , Escrito por Núria (@Soy_Scania)

Praga. 9 días en un cuento de hadas.

Esta ha sido mi tercera vez en la República Checa, mi segunda vez en Praga, y definitivamente, puedo decir que ya no volveré. No por falta de ganas, sino porque la vida es demasiado breve, y el dinero demasiado escaso como para ir repitiendo destinos.

Aún así, puestos a repetir, Praga, o como yo la llamo: “la ciudad más bonita de Europa”, era el destino adecuado. Aunque por lo visto es el destino adecuado para millones de personas más, porque eso sí, está plagada de turistas, así que si decides visitarla, ármate de paciencia.

 

Día 1, llegada (28/12/2018)

Llegamos cerca de las 19h al Airbnb después de varias horas volando, una escala en Frankfurt y casi 30 pavos en un taxi, y tras elegir habitación decidimos acercarnos a comprar algo que llenase la nevera, y por fin salir a dar nuestro primer paseo.

Cogimos un bus que nos hubiese llevado al centro si no nos hubiésemos bajado en la parada siguiente tras descubrir que los billetes no se venden en el autobús, sino en las máquinas que (a veces) hay en las paradas y/o en las estaciones de metro. También descubrimos que la caminata tampoco era excesivamente costosa y que en realidad, nuestro piso no estaba situado demasiado lejos del centro.

En nuestra primera parada ya admiramos la ambientación navideña de los mercadillos que crecen en cada plaza de Praga. Decidimos parar en la Plaza de la República (náměstí Republiky) a cenar perritos calientes y bocadillos de codillo bien regados con cerveza. También decidimos pasar por alto la clavada que nos metieron con el bocadillo de codillo, pues el precio era por peso y no por unidad.

Y con la boca llena y la cerveza en la otra mano, despreciamos una oportunidad de hacernos ricos con un vídeo viral que se estaban buscando merecidamente dos señoras entraditas en años, que habían empinado bien el codo y no podían ni caminar de la turca que llevaban encima. No tenemos documento gráfico, una lástima. Las risas fueron buenas.

Con la tripa llena, pasamos por la Torre de la Pólvora (Prašná brána), para llegar finalmente a la Plaza de la Ciudad Vieja (Staroměstské náměstí) en Staré Město, donde nos dejamos atrapar en la magia de los cuentos de hadas entre luces navideñas y torres medievales. Desde allí se podían admirar las torres de la Iglesia de Týn, que no es que unos desaprensivos hubiesen construido viviendas tapando la fachada de la iglesia, sino que la iglesia fue construida en el patio interior de las viviendas. Hay quien se pone una barbacoa en el patio de su casa, y hay quien levanta iglesias enteras.

Frente al reloj astronómico (Staroměstský orloj) descubrimos un pequeño stand donde primero tenías que pedir perdón, y después podías pedir vino caliente a la mujer que te miraba con el desprecio más absoluto. Efectivamente, los checos no son los mejores anfitriones ni se caracterizan por su simpatía, pero ese vino caliente ¡estaba de vicio!

Vino en mano, rodeamos la plaza para descubrir una absentería que daba la espalda a la plaza. Salimos de allí bien entonaditos. Lo justo para que no nos diese demasiada pereza caminar hasta casa, pasar de largo de nuestra puerta, dejarnos caer en el Tiki Taki, y tomarnos dos absentas más con soda, azúcar y a saber cuántas cosas añadidas, que sabían a gloria.

Con la calefacción del piso y tanta absenta en nuestras venas, ni nos enteramos de que las ventanas de la casa no cerraban bien, y entraba un frío por allí bonito.

Día 2, Free Tour (29/12/2018)

Nada como un free tour en tu idioma para un primer contacto con una ciudad, y sí, en Praga también los hay. Previa reserva por Internet, nos unimos a un grupo regentado por una chilena llamada Isabel que nos llevó desde la Plaza de Venceslao (Václavské náměstí) hasta la plaza de la ciudad vieja, continuando por las 6 sinagogas judías, y acabando frente al reloj astronómico tras un descanso que debía ser de 20 minutos, pero como buenos latinos/españoles lo alargamos casi una hora. Se nos hizo tarde. Tanto que decidimos abandonar el tour antes de su finalización, pues teníamos una cita con unos amigos que estaban también en la ciudad.

Tan pequeño es el mundo, que sales de tu país y encuentras amigos de tu país.

Acabamos el día paseando por las calles de Praga y degustando uno de los mejores dulces checos (aunque de origen húngaro), con chocolate. Si tenéis ocasión y podéis pronunciarlo, pedidlo: Trdelnik. Señalando con el dedo también os entenderán.

Aprovechamos el subidón de azúcar para visitar el puente de Carlos (Karlův most) que estaba abarrotado de gente, y ya que estábamos, nos acercamos a la discoteca de 5 pisos Karlovy Lazne para comprar nuestras entradas para Nochevieja y dejarnos casi 30 pavos en comisión de cajero porque el pago tenía que ser en efectivo.

Bus y a casa, porque con tanto gasto, lo suyo era cenar low cost con lo que teníamos en la nevera.

 

Día 3, Chesky Krumlov (30/12/2018)

Habíamos alquilado un coche para ese día y el siguiente, aunque por poco no lo logramos, pues nos pedían pagar con tarjeta de crédito y en nuestras carteras tan solo encontrábamos tarjetas de débito que desfilábamos una tras otra con la esperanza de que el chico del renting las aceptara, con idéntico resultado negativo. Finalmente, tras casi perder la esperanza, salió de su escondite la única tarjeta de crédito que llevábamos encima e in extremis conseguimos ese coche.

Afortunadamente, porque aunque había maneras de llegar a Chesky Krumlov en autobús, los horarios que quedaban disponibles nos imposibilitaban la excursión.

Chesky Krumlov se encuentra a 2 horas y cuarto de Praga en coche y es muy recomendable su visita pues su centro histórico, incluyendo su castillo, se considera Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO desde 1992. En otras palabras, es una preciosidad.

A destacar: el camarero que hablaba español del restaurante Bohemia, donde comimos de maravilla. El hidromiel caliente o medovina, que entró de lujo. El vino caliente, que sabía a gloria. Las tiendas con encanto dentro de una ciudad con encanto. El mercadillo navideño y en especial, el pintoresco castillo, excelentemente conservado.

A la vuelta paramos en un restaurante de carretera a degustar cuatro sopas calentitas y cuatro cervezas bien fresquitas, ambas cosas consideradas como “la especialidad” de la gastronomía checa, y aprovechamos también para ir al baño, porque puede que aquel fuese el baño más impecable que pisamos en la República Checa, y eso que allí, los baños, suelen estar siempre impecables.

 

Día 4, Terezin (31/12/2018)

Último día del año y pusimos rumbo a Terezin.

A algo menos de una hora de distancia desde Praga en coche, encontramos Terezin. Fundada en el siglo XVIII como una fortificación entre los ríos Elba y Ohre, el recinto está compuesto por la ciudad amurallada de Terezin, y una pequeña fortaleza a escasos metros de la ciudad, de construcción parecida, que sirvió de cuartel militar y cárcel, tanto por los checos como por la Gestapo durante la Segunda Guerra Mundial. Ambos, la ciudad y la pequeña fortificación, estaban conectados por túneles subterráneos.

A partir de 1941 y durante la Segunda Guerra Mundial, la ciudad amurallada fue usada como ghetto judío, y la pequeña fortaleza como campo de concentración. Terezin fue utilizada por el gobierno nazi como instrumento de propaganda sobre el buen trato y alto nivel de vida que se proporcionaba a los judíos en los ghettos y en los campos de trabajo, filmando documentales preparados que distribuía después Cruz Roja. Obviamente, la realidad era otra. De 150.000 judíos trasladados al ghetto y al campo, perdieron allí la vida 33.000 personas, y otras 88.000 fueron trasladadas a otros campos de exterminio.

Actualmente son visitables ambas construcciones, tanto el campo de concentración, como la ciudad amurallada o ghetto judío, y se encuentran en muy buen estado. Sin embargo, Terezin no es una ciudad acostumbrada al turismo, por lo que no os van a recibir con sonrisas ni con fiestas. Ya comenzábamos a acostumbrarnos a ello.

Además del campo de concentración, es posible visitar:

  • El museo de ghetto.
  • Un edificio con cuatro hornos crematorios en el cementerio judío (ojo a los hombres, que tendréis que taparos la cabeza con un gorro en casi todas las construcciones con simbolismo religioso del país, incluido este cementerio).
  • La reconstrucción de una de las casas de judíos pudientes en el ghetto. Llegar a ella fue como una pequeña yincana. El juego consistía en llegar a un punto señalado en un mapa pero no en la vida real. Finalmente superamos el reto preguntando a un señor que se asomó a la ventana justo en el momento adecuado, y entre nuestro inglés y su checo, conseguimos llegar a una puerta igual que cualquier otra, con un pequeño e imperceptible cartel y un timbre. Aunque el horario de visita terminaba a las 15h y debían ser las 12h, por lo visto pillamos al señor que tenía que abrirnos la puerta comiendo, porque nos abrió y se fue soltando un par de gruñidos, dejándonos en la entrada sin indicación ni información de ningún tipo. Por fortuna era sencillo: caminar al frente, subir escaleras y voila: ático de judíos pudientes que debían sentirse agradecidos de poder vivir en 15 metros cuadrados, y no hacinados en habitaciones multitudinarias con literas abarrotadas.

En el campo de concentración hablamos con Rosa, una chica de Filipinas, que controlaba muy bien el español y nos estuvo indicando qué ver con bastante acierto, y también nos recomendó dónde comer con mayor acierto todavía: Litoměřice. Concretamente en el restaurante Zlatého Bažanta, donde probamos la que creo que fue la mejor sopa de todo el viaje, y algo que no podía faltar: el goulash.

Comprobamos con sorpresa que Litoměřice, al igual que toda ciudad checa, desprendía belleza por sus plazas y fachadas.

Luego fuimos al Lidl, que era igual que cualquier Lidl.

Y una hora después, estábamos devolviendo el coche y palmando 30 pavos más porque el depósito no lo dejamos “completamente lleno”.

Eran las 16h y pretendíamos dormir un rato, ya que algunos no lo habíamos hecho durante la noche porque un vecino perjudicado se dedicó a timbrar a todas las puertas, pues llegaba borracho, sin llaves y tenía un taxista con el motor en marcha esperando cobrar. Le abrimos no sin antes gruñirle por la ventana a las 5 de la madrugada un “what do you want? ¡¡T’arranco la cabeza!!” y cogerle por las solapas una vez dentro mientras el desgraciado inoportuno musitaba “so sorry” una y otra vez.

Tras descansar un poco, cena, campanadas, año nuevo y ¡fiesta!

Cogimos bus hasta la discoteca de 5 pisos, donde te pegabas al suelo en los dos primeros pisos y resbalabas a partir del tercero. Nos dieron una botella de champagne a cada uno (¿en serio? ¿nadie les dijo a los checos que eso te proporciona la peor de las resacas al día siguiente?), y descubrimos que esa era la discoteca de turisteo por excelencia. Hubiésemos preferido un garito más autóctono pero era lo que teníamos y lo cierto es que lo pasamos bien. Y ya que no quisimos entrar en el Ice Pub, puesto que inicialmente nos dijeron que estaba incluido en la entrada, y después nos querían vender que no y que había que pagar otra vez, decidimos darnos al postureo entrando al Oxygen Club, donde por 80 coronas (unos 4 euros) te metías un chute de oxígeno, o eso te decían, con aroma a lo que quisieras. Nos sirvió para las fotos y poco más, aunque eso sí, no tuvimos casi resaca al día siguiente, y esa es una propiedad que presumiblemente se atribuía al oxígeno. A saber.

 

Día 5, edificio danzante y cabeza de Kafka (01/01/2019)

El primer día del año es domingo, aunque no sea domingo. Es día de sofá y mantita. Aunque es complicado cuando no estás en tu sofá ni tienes tu mantita. Una buena alternativa fue quedarnos en cama hasta la hora de comer, momento en el que nos levantamos y desayunamos.

Y de paso, decidimos que quizás era buena ocasión para salir de casa y dar un paseo antes de que anocheciera a partir de las 16:30 de la tarde. Dicho y hecho, cogimos tranvía y nos dirigimos a la casa danzante (Tančící dům), que es un divertido edificio diseñado por el arquitecto Vlado Milunić en colaboración con el arquitecto Frank Gehry, y situado frente al río Moldava.

Y de ahí, caminata buscando un bus, y después caminata hasta la cabeza giratoria de Kafka tras no encontrar el bus deseado. Desde 2014, en la Avenida Nacional (Narodni trida), sobre la estación de metro, David Cerny homenajea a Kafka con una gigantesca cabeza de 39 toneladas y 42 placas de acero que no dejan de girar en todas direcciones. Con ella pretendió mostrar la vida atormentada y la metamorfosis que sufrió el autor a lo largo de su vida. De esa genial obra tenemos multitud de vídeos y un número no menos despreciable de fotos intentando dar con la perspectiva buena. Misión imposible, por otra parte, pues la cabeza gira de forma aleatoria sin parar y en patrones imposibles. Eso sí, nos tuvo un buen rato ensimismados.

Y como a las 14h del mediodía habíamos desayunado cereales con leche, a las 18h quisimos ir a comer sopa en pan, por lo que buscamos un restaurante donde los platos no eran baratos precisamente, pero tenían sopa en pan, que en Praga no es tan fácil de encontrar, porque probablemente no es tan típico de allí como los turistas pretendemos. Nos acomodaron, pedimos cervezas y sopa en pan, y nos anunciaron que no les quedaba pan. Así que comimos la sopa en plato más cara de todo el viaje.

 

Día 6, Castillo de Praga (02/01/2019)

Comenzamos el año con nieve y mucho frío, así que nos ponemos térmicas encima como si se acabara el mundo y salimos al exterior. Tranvía y al castillo.

De camino al castillo por Mala Strana, tropezamos casi por casualidad con la Iglesia barroca de San Nicolás, construida entre 1673 y 1752. Merece la pena su visita. Y a nosotros nos mereció doblemente la pena porque mientras estuvimos dentro nevó en el exterior todo lo que tenía que nevar dejándonos una bonita estampa callejera y una tregua meteorológica para seguir nuestro camino.

Dentro del castillo, visitamos la catedral más bonita que he visto nunca. La catedral de San Vito. Iniciada en 1344 pero acabada ya en el siglo XX, es la catedral gótica por excelencia. A destacar en un lateral de su ábside, la impresionante tumba de San Juan Nepomuceno, construida en plata en 1736.

Imprescindible la visita también del callejón del oro, dentro del castillo, donde una serie de coloridos edificios que en su momento pertenecieron a orfebres, ofrecen exposiciones varias de armaduras, armas diversas, escenas costumbristas y tiendas de suvenires, mientras consiguen que te sientas en un cuento de hadas.

De ahí al vino caliente porque se nos congelaban las manos y los pies, y del vino caliente a la sopa en pan. Esta vez sí, por fin.

Y al Puente de Carlos. De día, no como la otra vez, que lo vimos ya de noche. Y como estábamos a 2 de enero, y los turistas habían vuelto a sus países para pasar la Nochevieja con sus familias, esta vez no había tanta gente. Y allí hicimos lo que hacen todos: muchas fotos, y tocar a San Juan Nepomuceno en la representación de su martirio.

De ahí, nos fuimos hacia el monte Petrín pasando por el muro homenaje a John Lennon (un timo, porque fue pintado de blanco hacía tres meses así que sus graffitis no tenían mayor antigüedad, y no, no eran ninguna obra de arte), y pasando también por la Isla Kampa, que resultó ser muy agradable para el paseo y nos descubrió por casualidad a los bebés gigantes sin cara del mismo artista que levantó la cabeza giratoria de Kafka.

A los pies del monte Petrín se coge un funicular que conduce al mirador. Un trayecto de subida mucho más breve de lo que esperábamos, pero que ofrecía una vista espectacular del castillo. La única vista espectacular que tendríamos, porque una vez arriba, y tras disfrutar desde abajo de la torre de Petrín, que es una Torre Eiffel en miniatura, no había mirador alguno que nos permitiese disfrutar de una vista de la ciudad sin varios centenares de árboles de por medio. Si alguna vez estáis allí, subid al mirador de la torre de Petrín. Dicen que desde allí, sí.

 

Día 7, Sinagogas y cementerio judío (03/01/2019)

De las 6 sinagogas visitables de Praga, tan solo pudimos ver 4, porque aunque en todas partes vimos que el horario de cierre en invierno era a las 16:30 o a las 17h, resultó que cerraban a las 16h, y a esas horas, ese día, nos deleitábamos con un codillo espectacular cerca de la plaza de Venceslao sin presagiar que el mundo conspiraba para cerrar dos sinagogas una hora antes de lo informado.

La Sinagoga Pinkas (Pinkasova sinagoga) es la más espectacular de todas. Construida en 1479, se convirtió en la posguerra en monumento en memoria de los judíos checos y moravos víctimas de la persecución nazi. Entre 1992 y 1996, se escribieron a mano en sus paredes los nombres de los 77.297 judíos que murieron a manos del nazismo.

El cementerio judío también es otro imprescindible. Funcionó entre 1439 y 1787, y resulta impresionante ver las más de 12.000 lápidas amontonadas, ya que debido a la falta de espacio, los cuerpos se enterraron unos encima de otros hasta completar 10 pisos hacia abajo.

Visitamos tres sinagogas más y nos fuimos a comer. Codillo. Ya lo he mencionado antes. Pero lo repito: codillo. De hecho, lo repetimos durante dos comidas más, porque sobró tal cantidad de carne que nos la pusieron para llevar y de ahí cenamos al día siguiente y volvimos a comer dos días más tarde. Con razón el camarero nos miró raro cuando pedimos dos codillos para cuatro personas. No lo hizo por ser checo, sino porque era demasiado.

Hicimos la digestión y varias fotos en la Plaza de Venceslao y descubrimos con asombro y cierto enfado al llegar a las sinagogas que nos faltaba por ver, que habíamos sido engañados y habían cerrado antes de lo previsto. Si os pasa no sufráis, la entrada es válida para varios días. Pero teníamos más cosas que ver, así que perdimos nuestra ocasión de volver a ellas.

Ahogamos nuestra frustración yendo de tiendas y de absentas y nos fuimos a casa a cenar algo ligero porque el codillo pesaba en los tuppers y en nuestros estómagos.

 

Día 8, Karlovy Vary (04/01/2019)

Coche de nuevo. Esta vez sacamos la tarjeta de crédito cual Lucky Luke y no perdimos tiempo con minucias.

De camino a Karlovy Vary quisimos parar a tomar café en un bonito restaurante de carretera que a todas luces estaba abierto, pero que por lo visto cerró espontáneamente cuando nos vieron entrar por la puerta porque nos echaron haciendo aspavientos y negando con la cabeza. Es curioso porque en la puerta ponía que tenían el menú en inglés. El menú puede. Pero desde luego el personal no, porque nadie supo decir “sorry, it’s closed” o algo similar. Que nadie se atreva a decirme que los checos son buenos anfitriones, porque me lo como.

Karlovy Vary se encuentra a una hora y media de Praga en coche. Es famosa históricamente por sus fuentes termales y el río Teplá, también de aguas calientes. Al parecer llegó a ser un famoso destino turístico en el siglo XIX, en especial para personajes ilustres que buscaban tratamientos termales. De ahí, el carácter señorial de sus edificios, cada cual más grande y más palaciego que el anterior.

La ciudad es preciosa y vale la pena recorrer sus calles y dejarse atrapar por sus luces de cuento navideño, pero no os dejéis engañar: la ciudad está repleta de fuentes termales. Veréis a la gente llenando sus jarritas de porcelana y bebiendo como si el fluido que emanase de esas fuentes fuese un delicioso elixir. No piquéis, es una trampa. En realidad sabe a rayos.

Un par de horas después cenamos en casa: risotto de codillo.

 

Día 9, Kutna Hora (05/01/2019)

Último día en la República Checa, y se preveía largo, porque de madrugada habían vuelto a llamar al timbre, aunque esta vez no hubo altercados, pero algunos no pudimos volver a dormir. De hecho, llamar al timbre debe de ser una costumbre checa de los Airbnbs, porque desayunando volvieron a timbrar, esta vez alguien borracho y/o colocado que no podía ni hablar, mucho menos identificar su p... timbre.

Abandonamos el piso, maleta incluida, antes de las 8 de la mañana, porque Praga es una ciudad imposible para aparcar, y habíamos encontrado un sitio en el que probablemente no nos podían multar por estar la señal de reservado invalidada, pero tampoco estábamos por la labor de descubrirlo. Nos habían dicho que no tendríamos problemas si dejábamos la plaza a las 8h, así que eso hicimos.

Pusimos rumbo a Kutná Hora, a la que se llega en poco más de una hora en coche. Una vez allí desayunamos en un bar donde por lo visto tenían empleada a la única camarera checa simpática, que por lo visto se equivocó al elaborar un sándwich y nos trajo otro. Según ella, el primer sándwich estaba “demasiado tostado” y nos traía otro menos hecho. Nos miramos unos a otros. Nos dejó el sándwich en la mesa entre risas nerviosas. Nos lo comimos también.

Después compramos la entrada conjunta a la Iglesia de Asunción de Nuestra Señora y de San Juan Bautista y al Osario de Sedlec. No cogimos entrada para la Catedral de Santa Bárbara y después nos arrepentimos. Si alguna vez vais, no os la perdáis. Creo que puede valer mucho la pena.

No lo sabíamos, pero en 1961, la ciudad de Kutná Hora fue proclamada reserva histórica urbana y desde 1995 Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO.

El Osario de Sedlec es una capilla gótica católica en la que encontramos los huesos de 40.000 personas formando artísticamente la decoración y el mobiliario del conjunto. Por lo visto, alrededor del año 1400 se construyó una iglesia gótica en el centro del cementerio, con una capilla en el sótano como un osario para los huesos desenterrados durante la construcción. En 1870, František Rint, fue contratado para poner en orden los montones de huesos. Y lo hizo, ¡vaya si lo hizo!: una enorme lámpara de araña, que contiene al menos una unidad de cada hueso que forma el cuerpo humano, guirnaldas de cráneos cubriendo las bóvedas, cálices de huesos, un gran escudo de armas de los Schwarzenberg... imprescindible su visita, sin duda.

Paseando por la ciudad descubrimos que era mucho más grande de lo que esperábamos, y que nos íbamos a perder una edificación que a todas luces, desde el exterior, prometía ser espectacular: la catedral de Santa Bárbara.

Y como ya teníamos todo visto y no queríamos ir con prisas, cogimos de nuevo el coche para ir al aeropuerto, devolver el coche (esta vez con el depósito bien lleno), sentarnos en una mesa del Burger King pero sin gastarnos un duro allí, y degustar un magnífico bocadillo de codillo con el que por fin finiquitábamos el dichoso codillo.

Praga-Valencia pasando por Frankfurt y dejando para el recuerdo un viaje, que si la vida fuese más larga, y el dinero más abundante, podría plantearme sin duda repetir.

 

Protagonizando esta historia:

@Kikolo777

@Hiper_Coco

@Enfermierda

y yo misma, una servidora: @Soy_Scania

 

Sin vosotros, nada hubiese sido igual.

Compartir este post
Repost0
Para estar informado de los últimos artículos, suscríbase:
Comentar este post
L
Vaya crónica chula, me alegra formar parte de ella en un mini trozo. Besooos
Responder
@
Jajajajajaja!! Síííííííí no podía dejaros fuera de ninguna manera aunque sea solo a modo de mención ????????
E
¡Me encanta! Hay que empezar a planear el próximo ¿Polonia?
Responder
@
¡Ojalá Polonia! pero ¿sinceramente? dónde sea, ¡pero con vosotros!