En la cuerda floja

El cigarro se consume lento entre sus dedos mientras ella se abre la tercera cerveza. Nada mal para ser un martes, pero claro está que fumar con la boca seca no es lo mismo.

Quizás ya sea una adicción. “Alcoholismo” es una palabra triste que siempre se pronuncia aludiendo a los demás, pero suena terriblemente fea cuando alguien se refiere a sí mismo con ella. Cuando a pesar de ser martes, ya se ha bebido tres cervezas sólo para irse a dormir.

Lleva demasiado tiempo pisando sobre tierras inestables, y está segura de que el día que pise sobre duro asfalto ni siquiera será capaz de reconocerlo.

Cada día salta un poco más lejos, un poco más allá. Sin red, sin arnés, sin siquiera saltar en la dirección correcta. Sólo con la conciencia tranquila y el alma desamparada. Con la sinceridad como escudo para no arrastrar a nadie más en su caída.

Se acerca a la gente sólo para dejar de gritar, y se aleja a tiempo de no sentir implicación alguna.

Quién sabe si algún día aprenderá a protegerse de sí misma. Quién sabe si algún día podrá proteger a los demás de sí misma.

Pero hoy no. Hoy sólo se quedará quieta, casi sin respirar para pasar desapercibida. Mañana, con la luz del sol, se vestirá con su mejor sonrisa y custodiará su farsa particular. Mientras tanto, solo tratará de mantenerse en pie sobre la cuerda floja.